Batalla
Me acechan, amenazan… Me refugio dentro de la torre pero también allí siento la muerte. Mi reina ha decidido defenderme, como sea, aún arriesgando su vida. El ejército oscuro avanza inexorable. Estoy acorralado. Todo se ve negro alrededor. Mis caballos y soldados ya no pueden contener esta avalancha. ¡Mi reina acaba de caer! Estoy vencido… caigo…— ¡Jaque mate!.
Algo en la oscuridad.
El
ronquido sonó en mi habitación y el corazón me dio un salto: no
estaba sola. Tanteando las sábanas revueltas, busqué el celular. No
lo encontré. La oscuridad era total, pero a pesar de ello, los ojos
siempre logran captar algunos perfiles de las cosas conocidas: allí
la cómoda, más allá la silla del escritorio y, a un lado de la
ventana, un bulto indefinido al que presentía aterrador. Deslicé
muy despacio mis pies fuera de la cama. Localicé mis chinelas e
intenté calzarme, no sé bien para qué. Mi corazón retumbaba en mi
pecho y oídos, acallando la tormenta que amenazaba con estallar. En
ese instante, un relámpago iluminó la escena: Allí, agazapado
junto a la ventana, mi sobretodo colgado me había jugado una mala
pasada. Un ataque de risa histérica me brotó incontrolable. Y reí
sin control hasta que sentí, en mi garganta, esa mano con garras que
hería mi cuello y comenzaba a ahogarme…
© Beatriz Chiesa
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